Fue en 1970, el 22 de julio. La noche anterior a este
acontecimiento se veía en el cielo, muy alto, una especie de forma rojiza en
forma de cruz; algunos lo recuerdan, otros no. Un amigo cercano a este cronista
relata que sí lo vio y que parecía una cosa como de fuego, pero apenas
perceptible.
Aunque el río Neverí (el cual
atraviesa Barcelona) está muy lejos del barrio Guamachito, era una vía fácil
para que fuera afectado por el fenómeno, puesto que un arroyo, preveniente de
la zona del Turimiquire (donde nace el río) pasaba por lo que llamaríamos su
patio trasero. En los días previos, en pleno invierno, había llovido mucho en
las montañas del Turimiquire y la gran cantidad de agua que descendió de los
cerros aumentó el nivel del río así como de los arroyos y quebradas que
dependían de este. Gran parte de la ciudad de Barcelona, principalmente la zona
aledaña al curso de agua, quedó inundada. En la madrugada de los hechos, agua
en abundancia descendió del Turimiquire anegando sectores como Naricual, Las
Minas y El Eneal; fue tan fuerte el torrente que un puente de hierro fue
retorcido como si fuera de papel, los sembradíos fueron arrasados y gran
cantidad de animales murieron ahogados. El agua llegó a sectores de Guamachito.
Los vecinos más cercanos a la
amenaza comenzaron a huir, casi al amanecer, gritando para alertar a los
vecinos, diciendo en voz alta “¡Se está metiendo el río, se está metiendo el
río!”; en la zona al final de la calle
Inos había una laguna que creció y se metió a las casas; desde lejos se veía a
los residente hundidos hasta más arriba de la cintura cargando colchones y
otros enseres, buscando auxilio hacia las partes que permanecieron secas. La
calle Inos mayormente no se inundó, y los terrenos donde estaban los depósitos
del Inos tampoco, así que muchas familias buscaron refugio allí. La emergencia
se expandió por casi toda la ciudad. Con el transcurrir de las horas llegó
ayuda militar y de Defensa Civil; un helicóptero sobrevolaba por todas partes. Hacia
la zona de Los Montones, colindante con Guamachito, existían grandes granjas
avícolas, miles de pollos murieron y fueron arrastrados por las aguas. Estos
pollos eran recogidos, pelados y asados al estilo “en vara”, pues si bien la
situación era de emergencia, la picaresca popular le daba un aire de aventura.
Se recuerda que en los terrenos de la compañía Inos, donde se habían aglomerado
muchos huyendo de las aguas, la muchachada comenzaba a gritar cada vez que veía
un helicóptero, lo hacían más que todo por el peculiar bochinche de la edad;
los pilotos, pensando en un incidente donde se precisaba ayuda urgente, volaban
la nave en círculo para verificar la situación, y al constatar que no eran más
gritos jocosos de la chiquillería proseguían su rumbo a otros lugares.
La inundación fue descendiendo
poco a poco. Los vecinos lo observaban guiándose por el nivel acuático en las
paredes de las casas inundadas y veían como una mancha húmeda quedaba a medida
que el agua descendía, y decían: “Ya está bajando, ya está bajando”.
A raíz de la inundación de
Barcelona (murieron unas 52 personas) y en previsión de males futuros, se
escogió una zona transversal al río para construir un canal artificial
encementado, que sirviera de vía de escape de las aguas en el caso de que el
caudal aumentara de nivel. Esa obra se conocería en lo sucesivo como Canal de
Alivio.
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