A
mediados de los años 60, el arroyo que pasaba por detrás de Guamachito se
expandía en una zona casi a las afueras del barrio, y ahí quedaba convertido en
laguna más o menos amplia. Al final de la calle Inos comenzaba otra calle que
iba paralela a la mencionada laguna. Al otro lado de la laguna podían verse
grandes extensiones de terreno pleno de monte y más allá, en lontananza, se
divisaban los sembradíos de los rusos. El caso es que en determinadas épocas el
agua de la laguna se mantenía estancada. Podría decirse que era navegable
porque algunos muchachos habían sacado, no sabemos de dónde, el techo de un
carro viejo, que volteado usaban como balsa. Hubo una época en que la laguna se
convirtió en criadero de larvas de mosquito y éstos abundaban asediando a los
moradores. Las autoridades tuvieron la curiosa idea de arrojar a la laguna una
mezcla de petróleo diluido para cubrir la mayor parte posible del agua y así
matar los millones de larvas de mosquito, lo cual tuvo cierto éxito, pero una
noche alguien tiró un papel encendido y aquello cogió candela. Afortunadamente
el combustible se consumió en poco tiempo, pero algunos patios de casas
adyacentes al lugar se chamuscaron. Nunca se supo quién le prendió fuego a la
laguna, pero se estimó que fue imprudencia de algún muchacho que quiso saber
qué pasaba si tiraba allí un papelito en llamas. La quema de la laguna no tuvo mayor trascendencia, y
sólo recuerdan el caso algunas personas que vivían en las pocas casas del sitio.
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